Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible la felicidad.
San Agustín.
A veces, sólo con escuchar la palabra estrés, nuestro cuerpo se encoge, la mandíbula se tensa, la mente se pone en alerta.
El estrés en nivel adecuado tiene algunos aspectos positivos que también está bien reconocerlos. Como, por ejemplo, nos permite aprovechar el tiempo, sacar nuevos recursos y capacidades que solemos tener y de los que no somos conscientes, fomenta la creatividad para resolver problemas.
Sin embargo, el estrés puede tener un efecto perjudicial en el sistema nervioso si se trata de elevados niveles de estrés, pero, sobre todo, si es sostenido en el tiempo. Si vivimos desde ese estado en el día a día. Sin dar lugar a que el sistema nervioso vuelva a la calma y de alguna manera se reinicie.
Digamos que todos tenemos unos niveles de tolerancia determinados hacia eventos estresantes, tenemos límites. Cuando se sobrepasa ese límite de tolerancia, ejercemos una presión extra sobre nuestra mente y especialmente sobre nuestro sistema nervioso.
Una cosa es afrontar una situación estresante, salir de ella de la mejor manera, transformar la situación en resiliencia y crecer con la experiencia; otra, diferente es pasarlo tan mal que la situación quede grabada en nosotros como un evento traumático.
El impacto afecta, por un lado, sobre el cuerpo físico, pues el sistema nervioso alcanza a todos los rincones Y, por otro lado, sobre la salud mental. Deteriorándose así la calidad de vida.
Etimológicamente, la palabra “estrés” procede del inglés medieval “stresse” (presión, tensión), del francés antiguo “estresse” (estrechez), del latín vulgar “strictia” y “strictus” (ajustado, estrecho), participio pasado de “stringere” (ajustar, estrechar).
Según la Health and Safety Commission británica, “el estrés es la reacción de las personas a presiones excesivas u otro tipo de exigencias con las que se enfrentan”.
Según la física, estrés es la presión ejercida de un cuerpo sobre otro, por la cual uno de ellos puede sufrir graves daños.
Entonces, sentir esta presión, estrechez, esta sensación de estar muy ajustado, minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día, semana tras semana y así, sucesivamente va dañando el cuerpo. Lo va dañando seriamente.
Aunque en un primer momento el estrés sea una respuesta adaptativa del organismo, si no hay momentos para parar, para desestresar el cuerpo y liberarle de aquellas sustancias que se han segregado para ayudarnos a sacar adelante la situación… se producen daños, a veces irreparables.
Por eso, ya sabes, que tener descansos, meditar, aportar al cuerpo de alimentos saludables (con aporte extra de magnesio) son autocuidados prioritarios.
Pero para eso, conviene que realmente sientas que tú eres la prioridad. Sólo entonces podrás tomar decisiones orientadas a conseguir mejorar tu calidad de vida.
Te invito a abrir tu mente y ampliar tu mirada hacia un enfoque sistémico, desde aquí, lo que vemos cuando accedemos a información inconsciente tanto del sistema de la persona como de su sistema familiar, es que hay varias causas que han originado este estilo de vida y que, mientras no se resuelva desde la raíz, este patrón se repetirá y perpetuará.
A través de constelar y observar todo aquello que ahí se muestra, vemos que en los casos de estrés puede haber:
Quizá en tu clan familiar hubo situaciones de hambruna, de pérdida de propiedades, de memorias de esclavitud. Todo eso puede estar detonando en tu vida presente, que se repitan las mismas emociones y respuestas de tu organismo ante situaciones similares.
Y, seguramente, debido a estas situaciones y memorias, desde muy pequeña pudiste haber decidido vivir algo similar, desde el pensamiento mágico, pensabas que así les aliviabas el dolor y les podías salvar.
Tal era tu tristeza, que decidiste:
Porque sentir tal tristeza, desolación y abandono, era simplemente devastador.
En el presente, desde tu estado adulto, puedes dar lugar a todo aquello en tu corazón y elegir algo nuevo.
Tu decisión adulta tiene que ver con elegir cuidarte, ser consciente de tus patrones de comportamiento que tengan que ver con el sobre esfuerzo y con la lucha para salir de ellos, fijarte en los patrones de tus anteriores (padre, madre, abuelos, abuelas,…) para darte cuenta de que estás imitando su conducta o actitud ante el trabajo dentro y fuera de casa y, después, atravesar la culpa que sientes cuando intentas realizar estos cambios. Poco a poco ese sentimiento irá pasando hasta que te encuentres cómodo con tu nueva forma de estar en la vida.
A continuación, tienes la posibilidad de descargarte un ejercicio sencillo que puede ayudarte a salir de este patrón. Si en algún momento, durante el ejercicio, sientes emociones muy intensas o percibes que hay algo más profundo tienes la opción de agendar una cita para una constelación individual.
Si algo de este artículo te trajo alguna comprensión, algún “darte cuenta” y sientes que podemos ayudarte, no dudes en contactar con nosotros.
Grace Cañizares
Reconcilia-T