Decía Bert Hellinger “todos los hijos son buenos… y sus padres también”.
Así dicha, esta frase puede despertar distintas emociones o chocar con valores o creencias arraigadas de cada persona, incluso de cada familia.
Bert quiso decir con esto que lo que los hijos nos muestran a través de las dificultades que presentan, aquello que todavía está “escondido” en el inconsciente familiar.
En su experiencia como docente y como terapeuta pudo acompañar a muchos niños a descubrir sus lealtades o “promesas” realizadas de forma no consciente a algún miembro de la familia. Realizó un gran trabajo con niños “difíciles” en centros de menores.
Sabemos que los niños no pueden realizar una constelación, no están preparados para ello. Pero claramente se puede ver el efecto que una frase, un gesto, una imagen puede tener en ellos. No hace falta hacer una constelación a los hijos, pero si puede ayudarles el decirles ciertas frases compartiendo con ellos el saber sistémico. Esto tiene un efecto profundo en ellos.
Sin embargo, necesitamos estar muy atentos a lo que les decimos y tener cierto conocimiento de estas enseñanzas sistémicas. Puedes empaparte en lecturas sobre la terapia sistémica, análisis transaccional, trauma transgeneracional. Pero también puedes recibir las frases que más armonía creen en ellos a través de una constelación de sus conflictos o síntomas. Como madre, como padre, como abuelo o abuela, puedes elegir esa mirada sistémica hacia lo que les sucede.
La mirada sistémica sería “mirar donde ellos están mirando”.
En las diferentes constelaciones se observa que donde los niños miran, donde el síntoma mira suele ser una persona del sistema que necesita ser honrada.
Algunas veces vemos que, en un divorcio difícil, por ejemplo, el síntoma del niño mira al padre rechazado por la madre. Aunque a un nivel aparente la lealtad puede parecer ser hacia la madre, en lo profundo, el niño quiere ser como su padre. Por amor a la madre no puede reconocer que echa de menos al padre, porque tiene la sensación de que también puede perderla a ella. Es una cuestión de supervivencia y totalmente inconsciente.
Otras veces nos señalan a los excluidos del sistema, a los olvidados o rechazados. Llegan incluso a estar completamente identificados con ellos.
“¿Cuál es entonces la solución? Los excluidos vuelven a ser integrados con amor, pero también con duelo y arrepentimiento por aquello que ocurrió.
También son mencionados y nombrados en la familia. Se les vuelve a regresar el lugar correspondiente dentro de la familia. De pronto experimentamos en nosotros, que podemos volver a estar sanos, que también los niños pueden volver a estar sanos y que se pueden distanciar de comportamientos agresivos, peligrosos para ellos y otros. De pronto también ellos se vivencian como pertenecientes y en orden”. (*)
Muchos niños también miran a un abuelo o abuela, su amor por ellos es tan grande que “se cambiarían por ellos” y vemos cómo toman para si mismos esos síntomas como la tristeza, la rabia, enfermedades. Algunas veces también les quieren imitar o seguir, incluso a la muerte. Esto se puede observar en adolescentes que se autolesionan o incluso piensan en el suicidio como única opción.
Bert Hellinger observó que algunas pacientes jóvenes con anorexia querían morir en lugar del padre. Literalmente daban su vida por él.
Ese es el amor infantil, amor arcaico, amor que enferma.
El amor adulto, es otra cosa. El amor adulto es la solución para salir de estas dinámicas de dolor y sufrimiento.
Por eso en este tipo de trastornos es imprescindible una terapia sistémica, una terapia donde se tenga en cuenta a todos los miembros de la familia. Donde se conozcan algunos datos importantes de la biografía de las generaciones anteriores, que pongan luz a aquello que los hijos están intentando solucionar sin saberlo.
El inconsciente familiar no descansa hasta que aquello que se separó vuelva a unirse; hasta que aquello que se rechazó sea de nuevo incluido con amor; aquello que se polarizó vuelva al equilibrio.
Digamos que los hijos son tomados por este inconsciente familiar para que haya una oportunidad de resolver algo del pasado.
Y, por eso, decimos que “todos los hijos son buenos… y los padres también”, porque no hay padres “malos”. Pues ellos también fueron tomados por algo mayor como intento de solución de un destino difícil.
Si lo piensas, como dijo Bert “todos en algún momento fuimos hijos difíciles”.
¿Cuáles son las frases más contundentes que un progenitor puede decir a su hijo/a? -desde la mirada sistémica-
“querido hijo, querida hija:
Si alguno de tus hijos/as presenta alguna dificultad y te planteas una mirada profunda de la misma, una constelación puede ayudarte.
Puedes participar en nuestros cursos: Padres e Hijos, Análisis Transaccional I y II; hacer una constelación individual o en grupo.
Grace Cañizares Pozo
ReconciliaT